No hay democracia plena ni representación sin derechos sociales, culturales o económicos. Por eso, la crítica al garantismo termina siendo una crítica al sistema democrático pues demanda recortar derechos esenciales en nombre de la "democracia". Desnudar la falsedad de este dilema, no es sino mostrar la relación instrumental que existe entre los derechos humanos indivisibles (sin rangos entre los de primera y segunda generación) y la vida en democracia.