Al decir de la editora y prologuista de esta obra, Patricia Odriozola: "Por fortuna Loiseau no fue electrocutado. Nos habríamos perdido el elenco de personajes, cercanos, diversos, que en una suerte de comparsa maravillosa, desde los adoquines de las calles de Temperley hasta las lejanías del exilio, desfilan por este libro".